viernes, marzo 15, 2013

Te lo juro: juraré en vano


Te juro que no voy a pecar más...
Es que jurar en vano es pecado, pero yo lo que entiendo es que le da más seriedad al asunto, ¿no?


No es lo mismo que alguien te diga "Te amo" a "Te juro que te amo". El peso es mayor cuando alguien jura algo que no te agrada, algo así como un "Te juro que te odio". Y es que el acto de jurar algo no permite medias tintas: es la afirmación o negación absoluta de una creencia personal y subjetiva.

Y es que cuando alguien jura algo, va más allá de la religiosidad: no es un pecado porque sea algo malo en sí mismo, sino porque se trata de darle peso de verdad absoluta a algo que puede no ser absolutamente cierto.


Igual, hay varias cosas que puedo jurar cuando paso por la página de Inicio de Facebook:

Juro que un día de estos,
boto a mi perro

  1. Te juro que no te conozco… En serio… no sé quién eres y no sé porqué te tengo en mis redes sociales.
  2. Te juro que sólo intenté tres veces compartir personalmente contigo. Si no se puede, pues dejo de intentar.
  3. Te juro que la última vez que te vi, comprendí porqué ya no somos amigos sino conocidos; comprendí que no te amaba, sino que me gustaba una faceta tuya.
  4. Te juro que algunas de tus tragedias me hacen reír.
  5. Te juro que cuando escribo una carta, primero la redacto con lo que honestamente pienso de ti y después la hago “bonita y diplomática”.
  6. Te juro que me da lástima cómo te comportas con un grupo de gente que te juzga y cómo lo haces cuando somos sólo tu y yo.
  7. Te juro que te admiraba, adoraba y/o deseaba… hasta que te vi escribir con un error ortográfico.
  8. Te juro que se te notan las pestañas postizas que te pones para ir a hacer casting.
  9. Te juro que gracias a tus duras palabras, sé qué quiero hacer con mi vida.
  10. Te juro que no soporto que le pongas hashtags a tus estados de Facebook: ¡No funciona igual que Twitter! 



ATAJO: La honestidad sólo sirve si te encuentras con alguien lo suficientemente inteligente como para aceptarla

sábado, marzo 09, 2013

A nadie le duele


ALERTA: Voy a ser escatológica y prosaica, pues la anécdota lo requiere.

Estos días he tratado de no hacer ningún comentario, de ningún tipo, a nadie que pudiera, o no, identificarse con los sucesos que alteran nuestra historia por estos días.

He ignorado a mis amigos y familiares llorando y dándose golpes de pecho por alguien que, consideran, les dio hasta "la vida", aun a razón de quitarse ellos mismos el mérito de sobrevivir en un país como el nuestro; quitarle el deber al Estado de darles salud, educación y beneficios gratuitos y considerarlos un favor y una dádiva del reciente fallecido.

He ignorado a mis amigos y familiares celebrando y burlándose de la muerte de una figura pública que, a pesar de que les hizo daño personal, no deja de ser una persona que tuvo que pasar una de las enfermedades actuales más atroces. Una enfermedad que hace que tu cuerpo sea enemigo de sí mismo.

Pero anoche, mientras juramentaban al Delfín, una cacerola sonó en una ventana de un edificio cercano y la respuesta fue un rosario de disparos de una pistola automática, seguido de aullidos llenos de ira “¡Mamaguevo! ¡Maldito! ¡Chávez vive!”.

Si bien es cierto que los balazos no callaron el ruido constante de la cacerola, hicieron muy bien su trabajo disuasorio de no permitir que nadie más tocara su olla. El riesgo de perder la vida, bien puede sobre el riesgo de perder la Voz.

No me cansaré de decirlo: nuestro problema no es de forma (la estructura, el gobierno, los gobernantes, el oficialista, el opositor, los corruptos, etc…), es de FONDO.

Somos tú y yo.

La falta de valores, la falta de ética, el irrespeto a las leyes, el conformismo, la mentalidad de masa o rebaño, el egoísmo generalizado y, lo peor, la falta de identidad nacional; el amor a la Patria.

Y es que amar a la Patria no es sólo lo que el difunto vociferaba. Amar a la Patria es educarte para el futuro a largo plazo; para sembrar la semilla que recogerán tus nietos. Amar a la Patria es tan sencillo como no botar basura en la calle, pues esa acera también es tu casa.

Y, hasta que esto no cambie, todos seremos unos malditos mamaguevos, pues todos sufrimos del mismo mal.

COMENTARIO: Porque nunca es lo que dices, sino cómo lo dices