jueves, marzo 22, 2012

Al "Pichurrito"


Pichurrito, para cuando puedas leer esta carta electrónica ya sabrás que yo soy la tía-prima algo loca, algo seria y algo energúmena que – muy seguramente – hará payasadas con el simple objetivo de verte reír.

También sabrás a estas alturas que te esperan unos cuantos años de estudios, clases, profesores insoportables (también los hay muy divertidos, no te preocupes) e investigaciones en las que tu tía-prima meterá la mano para corregirte algunos detalles.

Después de esta introducción es sobre eso que quiero hablarte: Las investigaciones.

Hace unos días, leí un artículo en la página web runrunes.es que hablaba de la aparición de Encarta, Wikipedia y la casi extinción de las famosas enciclopedias por grandes tomos empastados con miles de artículos organizados alfabéticamente.

"De la época cuando había libros, mijo"


Se podría decir que mi generación es de Encarta “para acá”, pero además de agradecerle a mi madre por suplirme con los CD’s –y luego los DVD’s–, quiero agradecerle el haberme inculcado la lectura y la búsqueda de información en esas “prehistóricas” enciclopedias.

Y es que, Pichurrito, yo deseo con toda mi alma que el gusanito de la lectura y el amor por los libros te pique. Que pongas en duda cada gota o “bit” de información que pase por tus sentidos. Que seas contestatario, que argumentes y que tengas tus propias opiniones.

Pero, sobre todo, que entiendas que el valor de los libros radica en que no cualquier charlatán puede escribirlos – para nosotros, los charlatanes, existe Internet.

A veces podrás buscar cosas como “Escudo de Venezuela” y, además de ver las diferentes versiones que ha habido a lo largo de nuestra historia, podrás encontrar casos de charlatanes que juegan con lossímbolos patrios en sitios web y muestran nuestro escudo con la cara del, para este momento, expresidente Chávez, el difunto Fidel Castro y el expresidente Evo Morales.

¿Cómo te protegemos quienes te queremos de este tipo de información errada?

Pues no podemos. Simplemente te podemos dar las herramientas para que puedas discernir qué está bien y qué está mal.

Tu loca, seria y energúmena tía-prima,
Alix Llovera

Dedicado a todos los Pichurritos de la próxima generación.

viernes, marzo 09, 2012

Un cuento de Horror


Logré conseguir un vagón donde poder ir sentada en el metro; me esperaban 11 estaciones – de extremo a extremo de la línea– para meditar, leer, escribir o dedicarme a lo que se hace la mayoría en el metro: dormir.

Opté por esto último porque realmente era un estado de duermevela y no uno de esos sueños de boca abierta y baba en la comisura de la boca.

En la siguiente estación entraron 4 muchachas al vagón. No tendrían más de veinte años y, para quienes se están adelantando al cuento, no, no nos robaron. Simplemente empezaron a “echarse los cuentos”

Y aquí es cuando empieza el cuento de horror a dos voces:
– No, Mariks, el otro día estábamos en la escalera para entrar al barrio y de repente comenzó una balacera.
– Eran pistolas automáticas, seguro, porque sonaba ratatatatatata
– En ese momento nosotras dos nos lanzamos por debajo de la escalera, pero Fulanito y Menganito se quedaron arriba. 
– En eso llegaron los Karajs, y entre ellos había una tipa, ¡Imagínate, hasta las tipas andan enhierradas ahora! 
– Y bueno, iban a atracar a Fulanito y Menganito 
– A nosotras no nos vieron. 
– Uno de los Karajs le puso la pistola en la frente a Menganito y Menganito se la quitó, así burda de arriesgado. 
– El malandro se arrechó, le gritó a Menganito y disparó, con la mala suerte que la bala le dio en la cabeza a Fulanito, porque a Menganito le dio tiempo de agacharse. 
– Mariks, al día siguiente había sangre por todos lados. 
– Menganito tuvo que irse del barrio porque lo tenían amenazado de que si hablaba lo mataban. 

Inmediatamente después empezaron a hablar de otras cosas. Cosas banales que tenían la misma entonación de tertulia que el cuento de Menganito y Fulanito en las escaleras del barrio.

Se bajaron en una de las estaciones que atraviesan una zona de bajos recursos conversando sobre la amiga que era desinhibida y ahora forma parte de los Testigos de Jehová.

Yo ya no podía “echar mi sueñito”. El estado de duermevela se había convertido en un estado de alerta; ¿quién puede dormir sabiendo que la muerte de Fulanito es una de las tantas del montón que enlutan a cientos de familiares todos los fines de semana?

Fulanito es, simplemente, un fulanito más para quienes le dieron muerte. Fulanito es la cama que no se volverá a llenar en las noches en su casa. Fulanito es el número de celular que su madre no volverá a marcar jamás.

Fulanito es eso: un fulanito más en las estadísticas de ingresos en la morgue del Ministerio del “Poder Popular” para el Interior y “Justicia”, CICPC y TSJ.

Lástima también para las dos muchachas que, ya desde hace mucho, tuvieron que asimilar ese cuento de horror como parte natural de su día a día.