Tarde, pero meditado, escribo sobre un tema que ya hace varios días dejó de ser agenda en los medios y las redes sociales: la legalización del matrimonio homosexual en Estados Unidos.
Para empezar: no dije ni pío porque, la verdad, me da perfectamente igual que cada quien se case con quien le dé la gana... especialmente si eso ocurre en otro país. Tampoco pinté mi foto de Facebook con los colores del movimiento LGBT, porque me parece que, en Venezuela, falta un montóoooooonnn como para estar celebrando lo que pasa en otros países.
La gran pregunta es: ¿por qué escribo ahora?
Porque he encontrado que gente -con un rabo de paja del tamaño de una cola de pavo real- que se siente realmente molesta por el fallo de la Corte Suprema de Justicia estadounidense:
¿Cómo me pueden dar un argumento tipo: "es que la familia convencional es la base de la sociedad", cuando vienen de una familia desintegrada y en un entorno hostil?
¿Cómo me pueden decir que una pareja homosexual criando unos hijos es lo mismo que darle un arma a un niño de 10 años en lo más alto del Guarataro?
¿Cómo me pueden decir que su bebé merece tener una familia con una "mamá mujer y un papá varón" si ni siquiera saben si su hijo será, o no, homosexual?
¿Por qué no entienden que darle derechos a un grupo no menoscaba tus propios derechos? Si lo llevamos al plano de los derechos, deberían molestarse porque quienes somos opositores "desde el inicio de los tiempos" no podamos gozar de ciertos beneficios por no haber votado por el difunto de la montaña.
Cuando alguien me dé una razón que no venga seguida de "lo dice en la Biblia en PepitoPérez 80:21-32" o de citas extraídas de algún libro de Educación Cívica de los años cincuenta, sea libre de tener una conversación amena donde expresemos nuestras ideas.