En un día típico de la vida de un peatón caraqueño
puede haber entre 1 a 3 visitas al Metro de Caracas, además, hay altísimas
probabilidades de encontrarse con algún miembro particular de la fauna
subterránea: los mendigos, los vendedores de chucherías, los cantantes
pedigüeños, los viajeros con 150mil maletas, el que no se ha bañado en tres
días, el que se bañó pero en perfume, el que no se mueve de la puerta...
Pues el viernes, a mí me tocó la madre joven con el
niño malcriado que lanza patadas y que le hala los cabellos a la niña sentada a
su lado.
El niño llorón, malcriado y agresivo no es culpable,
hasta ese momento, de su conducta pues no tiene el conocimiento para entender
los límites que establece la sociedad... eso pensaba yo hasta que nació mi
primo/sobrino/ahijado (sí. Esa es mi relación con él)
Está por cumplir dos añitos de edad y él sabe que no
se le debe pegar a una niña en la calle, sabe que si hace algo malo le toca “pa’
la esquina” y después a disculparse.

Si no se le habla a los hijos o si no se les trata
como un ser humano completo con total entendimiento, después se hace más
difícil hacerles comprender conceptos abstractos y complejos como lo son los
límites.
Explicar que el respeto es una cuestión de límites
–no hacerle al otro lo que no quieres que te hagan a ti– es muy complejo si no
le hablas a tu hijo desde pequeño.
La mujer del metro jamás cruzó una palabra con su
bebé. Simplemente lo tomaba fuertemente cuando comenzaba a patear y ni se
inmutó ante la agresión de su hijo a la otra niña. Si no corrige esa conducta
desde ahora ¿cómo corregirá conductas peores cuando esté más grande?