lunes, agosto 18, 2014

Fauna MetroCaracas

En un día típico de la vida de un peatón caraqueño puede haber entre 1 a 3 visitas al Metro de Caracas, además, hay altísimas probabilidades de encontrarse con algún miembro particular de la fauna subterránea: los mendigos, los vendedores de chucherías, los cantantes pedigüeños, los viajeros con 150mil maletas, el que no se ha bañado en tres días, el que se bañó pero en perfume, el que no se mueve de la puerta...

Pues el viernes, a mí me tocó la madre joven con el niño malcriado que lanza patadas y que le hala los cabellos a la niña sentada a su lado.

El niño llorón, malcriado y agresivo no es culpable, hasta ese momento, de su conducta pues no tiene el conocimiento para entender los límites que establece la sociedad... eso pensaba yo hasta que nació mi primo/sobrino/ahijado (sí. Esa es mi relación con él)

Está por cumplir dos añitos de edad y él sabe que no se le debe pegar a una niña en la calle, sabe que si hace algo malo le toca “pa’ la esquina” y después a disculparse.

¿Qué reflexión saco yo de esto? Que la educación que se recibe en la casa no tiene comparación; sin importar tu estrato socioeconómico, siempre hay que tratar de darle los mejores valores a los hijos y, lo más importante, es la comunicación.

Si no se le habla a los hijos o si no se les trata como un ser humano completo con total entendimiento, después se hace más difícil hacerles comprender conceptos abstractos y complejos como lo son los límites.

Explicar que el respeto es una cuestión de límites –no hacerle al otro lo que no quieres que te hagan a ti– es muy complejo si no le hablas a tu hijo desde pequeño.


La mujer del metro jamás cruzó una palabra con su bebé. Simplemente lo tomaba fuertemente cuando comenzaba a patear y ni se inmutó ante la agresión de su hijo a la otra niña. Si no corrige esa conducta desde ahora ¿cómo corregirá conductas peores cuando esté más grande?