Rómulo Gallegos tenía razón. Siempre la tuvo. No importa cuántos análisis de la obra "Doña Bárbara" se hagan en las aulas de los liceos de nuestro país, todos concluyen que la lucha entre lo civilizado– personificado en Santos Luzardo– y lo salvaje –encarnado por Doña Bárbara– son una representación de la constante, y vigente, disonancia que vive Venezuela.
Pero ¿a qué viene esto? ¿Por qué estoy desempolvando los recuerdos que me dejó esa obra de la literatura latinoamericana?
Pues, porque hasta hace un par de días tuve la dicha de conocer a unos familiares extranjeros que jamás habían pisado la tierra que me vio nacer. Y yo jamás había tenido verdaderos turistas alojados en mi casa. Mi madre y yo nos encontramos en una situación nueva y particular: mostrar el sitio donde vivimos.
¿Cómo explicar en unas escasas semanas lo que es ser venezolano en Venezuela? ¿Cómo explicar que lo salvaje y lo civilizado de "Doña Bárbara" está en cada uno de nosotros?
Y es que, creo, todos los venezolanos queremos lo mejor para el país: una Venezuela civilizada, organizada, con justicia y ciudadanos de valores intachables, en fin, que queremos lo que quiere Santos Luzardo; pero también somos desordenados, dicharacheros, vivos, escandalosos y algo salvajes, o sea, que nos portamos como Doña Bárbara.
Mis familiares no tuvieron la oportunidad de pasar el tiempo suficiente en mi país como para enamorarse de mi patria tal como lo hiciera mi abuelo hace, exactamente, 60 años.
Espero que vuelvan, la próxima vez con más calma, para poder mostrarles esos hitos naturales que nos hacen ser salvajes y las principales ciudades convulsionadas que tratan de ser civilizadas.
POCO A POCO: Cada experiencia por pequeña que sea, cada persona por diferente que sea, cada paso que se da nos acerca más a aprender sobre nosotros mismos.